Sunday, December 10, 2006

Exposición de Juan Hernández

Hoy acabo de descubrir a Juan Hernández, un pintor asturiano con una paleta de colores vivos, con rotundas formas y elementos surrealistas.
He subido una magnífica presentación de la exposición que va a inaugurar en Gijón a mi repositorio web. Podéis disfrutarla en este enlace.


O leer sus reflexiones en el artículo que apareció en el diario de Gijón El Comercio el pasado 19 de diciembre:

SIN ser conscientes de ello, algunos están a punto de regalar su primera pistola a un asesino. Sólo porque es Navidad hay algunos padres revisando las estanterías del supermercado para compensar al niño por las desatenciones diarias y para, por amor, comprarle una consola de videojuegos, regalo de Reyes. Para que luego, en vacaciones, un lado del salón se ilumine con las bombillas del belén tradicional y el otro, con el fogonazo electrónico de los disparos que realiza el niño sobre la pantalla. Es ese niño del ¡deja de molestar!, educado por la niñera electrónica y los dibujos animados. El mismo niño del ¡me aburro!, pues toma veinte euros y vete por ahí, al cine. El mismo de ¡no me gusta el potaje!, pues toma veinte euros y vete a la pizzería. El de estoy triste, nadie quiere hablar conmigo, pues ya tienes pedida hora en el psicólogo. Sólo que ahora, con la tecnología juguetera punta, el niño se aísla a gusto en un universo de patrañas donde la diversión consiste en perseguir y matar a seres casi reales, parecido a cuando antaño jugábamos con pistolas de madera como Robertos Alcázares y Pedrines contra malandrines antifranquistas.

Gracias a la realidad del videojuego, el niño de hoy dispone de un mundo propio en donde él, héroe y Rambo, repele a botón ataques enemigos por derecha e izquierda. Allí, tras los fallos de principiante, aprenderá que si no matas, te matan, que la única forma de sobrevivir es al ataque, y que el premio lo gana quien derriba más enemigos. Algunos de sus adversarios serán nazis de mentirijillas; otros, negratas de mierda; otros, profesores que se han pasado de la raya conmigo, y otros, viejos o inválidos desechables que tienen la ventaja de que dan puntos si les revientas con el lanzagranadas. La cosa es que el esquizofrénico niño, que a estas alturas del artículo ya se habrá cargado a mil, y que en los próximos años sembrará de cadáveres su ego, está aprendiendo conducta con el peor de los pedagogos posibles. Niño, deja de matar, que te vas a ahogar en sangre, y coge un libro, que te hará bien. Y el niño que no distingue, ¿qué pasa, papi, que matar es malo?, ¿entonces por qué cuando lo hace Bush te parece bien? Y a un lado del salón habrá una representación de la antigua cultura dominante, un belén con virgen judía, esposo carpintero y niño en pesebre calentado por el aliento conjunto de mula, buey y caganer. Y en el lado opuesto, porque la cultura dominante es la del país dominante, el niño que no distingue gozará matando con saña a palestinos o a judíos, o iraníes e iraquíes, ahora que Abu Grahib y Guantánamo son el modelo demoníaco a imitar.

El artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, único evangelio laico en el que creemos los gentiles, dice así: «La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana, ( ), favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos y religiosos ( ) para el mantenimiento de la paz». Por eso no se explica que un padre en su sano juicio, y por mucho que presione el libremercado, regale a su niño un juguetes pedagógicos cargados de mal fario. Que alguien se quede tan tranquilo incubando el huevo de una serpiente que le comerá el corazón en cuanto rompa la cáscara, a un futuro asesino que accede al mundo real con los atajos aprendidos, y que alcanzará sus objetivos a velocidad de niño de katana, o de Fernando Alonso, otro que aprendió todo, en su caso para bien, con una consola.

Casi es preferible el niño botellonero. O ese otro ejemplar moderno que, atacado de ansiedad y desamor, se atiborra de hamburguesas XXL, se pone él mismo XXL y acaba a la larga en un sillón, tan gordo e inútil que no puede otra cosa sino mover las mandíbulas o el dedo con el que da al botón de la consola.

EL COMERCIO - GIJÓN - 19 DE DICIEMBRE DE 2006
JUAN HERNÁNDEZ/

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Sí, el mundo occidental está enfermo, recuerda el fin del imperio romano con sus pantagruélicas orgías sin sentido, y todavía nos atrevemos a gritarle a las demás culturas que deben imitarnos, pues ellos están atrasados por no haberse secularizado aún y por no votar de vez en cuando.
Claro que también pueden verse estos síntomas (añadiendo el sexo por internet) como los toscos entretenimientos de la clase baja, que no hace hípica, esquí, no va al yate ni come nouvelle cocine y que por supuesto, no definen al sistema. Si es que todavía hay clases sociales.

12:12 PM  

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